Los sismos, como ya lo hemos mencionado con anterioridad aquí, pueden suceder por diferentes razones. Y, quizás algo de lo que no hemos hablado y que resulta todavía más importante en nuestra campaña de concientización, es de las zonas más propensas a sufrir un movimiento tectónico.
Por ello, hablaremos un poco sobre las zonas generadoras de sismos, que son donde dos o más placas tectónicas se juntan y chocan por la acumulación de energía elástica en sus bordes. Primero, debemos saber que existen tres tipos de bordes: de convergencia, que es cuando una placa se mete debajo de otra y su movimiento se llama de subducción; de divergencia, cuando dos placas se separan y se crea una nueva corteza; y de transformación, cuando dos placas se deslizan sin que se genere otra corteza.
En la costa del Pacífico, comprendida por Sinaloa, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, tenemos dos placas que se subducen con la placa Norteamericana. En esta zona se producen el mayor número de sismos de gran magnitud en México: tan solo el mes de febrero se registraron más de cuatro mil temblores de diferentes magnitudes en estas entidades.
Otro tipo de sismos son los de intraplaca, cuyo mecanismo es similar a los de subducción: la diferencia es que éstos ocurren a mayor profundidad. El sismo del pasado 19 de septiembre de 2017, fue un sismo intraplaca que ocurrió a 57 km de profundidad y con una magnitud de 7.1 grados, a solo 120 kilómetros al sur de la Ciudad de México.
Algunos estudios que se han realizado muestran que los sismos intraplaca, pese a no ser los más comunes en México, tienen la probabilidad de ser terremotos grandes, similares al que golpeó la capital del país hace tres años. Esto implica que debemos hacer lo que esté en nuestras manos para evitar una tragedia similar, como, por ejemplo, procurar la resiliencia sísmica en nuestros edificios. Y, para ello, podemos contar con los estudios que realizamos aquí, en Seismous Engineering and Research.